Tuve un viejo profesor que me habló así de Dios. Era tan viejecito y estaba tan achacoso que sólo podía moverse apoyado en un bastón, arrastrando los pies con dificultad. Pero su corazón era valiente y
sus ojos brillaban con una luz superior.
Cuando entraba en clase, me daba la impresión de que venía de lo alto de una montaña, en donde había estado hablando con Dios.
Una vez
No hay recursos disponibles